A veces, cuando deseamos algo que necesita de un fuerte desembolso económico quizás hayáis oído hablar de la siguiente expresión, "para esto hace falta tener mucha manteca". No obstante ahora esta frase casi no se dice, quedando relegada por otros enunciados más televisivos como "tener mucha pasta", pero antes era más habitual su uso. De hecho Manuel Vázquez del Río, quien nació en Tolox en 1895, se hizo eco de esta palabra en su libro Cosas de Tolox, en concreto en el apartado de vocabulario tolito, donde nos describe que manteca era uno de los nombres del dinero. Es decir, hace falta tener mucha manteca es lo mismo que expresar hace falta tener mucho dinero.
Pero esta palabra en realidad no es tolita, esta expresión es malagueña. Y para conocer su origen tenemos que viajar en el tiempo a la Málaga de mitad del S. XIX. En aquellos momentos la oligarquía malagueña vivía en la Alameda, en mansiones situadas a lo largo de ese paseo público, adornado con árboles, estatuas, fuentes y bancos, e iluminado desde los años treinta (de ese siglo XIX) por farolas de aceite y en 1852 se introduce el gas en las cincuenta y dos farolas del paseo. Desde luego que se trataba de un idílico lugar de encuentro de todos los malagueños, donde además esta nueva clase residía y ostentaba el poder social, político y económico.
¿Y qué tiene todo esto que ver con la palabra "manteca"?
Ahora tenemos que hacer otro viaje en el tiempo hasta situarnos en 1957, cuando el hispanista británico Gerald Brenan publicó el libro "Al sur de Granada". Este ensayo, difícil de clasificar, podemos tomarlo como una mezcla de libro de antropología, historia o etnología. Aquí Brenan, seducido por la Alpujarra gradadina, donde recaló un día de enero de 1920 con algo más de 120 pesetas de la época, nos relata como era la vida de ese enclave y sus alrededores; nos refiere del ambiente salvaje del campo, los hábitos ancestrales que observan esos alpujarreños, su folklore más íntimo, recogiendo además el lenguaje que oye...
Asimismo Don Geraldo, como se le conocía en estas tierras del sur, nos habla de la costumbre que tenían las ricas familias adineradas malagueñas, que residían mayormente en la Alameda, la principal artería de la población a mitad del S. XIX, de importar de la ciudad de Hamburgo (en el norte de la actual Alemania) barriles de mantequilla salada, un lujoso alimento que denotaba rango social en la época. Se daba la circunstancia que muchas de estas familias eran las mismas que a finales del S. XVIII se instalaron en Málaga procedentes de Inglaterra y, especialmente, del centro de Europa, y que fueron la base que sustentó la futura oligarquía industrial que ayudó a expandir y dar a conocer por el mundo el nombre de la ciudad de Málaga. Es evidente que echarían de menos algunos productos que formaban parte de la dieta de sus países de origen. No escatimando esfuerzos para traerlos, al precio que sea. Entre estos artículos se encontraba la manteca.
Asimismo Don Geraldo, como se le conocía en estas tierras del sur, nos habla de la costumbre que tenían las ricas familias adineradas malagueñas, que residían mayormente en la Alameda, la principal artería de la población a mitad del S. XIX, de importar de la ciudad de Hamburgo (en el norte de la actual Alemania) barriles de mantequilla salada, un lujoso alimento que denotaba rango social en la época. Se daba la circunstancia que muchas de estas familias eran las mismas que a finales del S. XVIII se instalaron en Málaga procedentes de Inglaterra y, especialmente, del centro de Europa, y que fueron la base que sustentó la futura oligarquía industrial que ayudó a expandir y dar a conocer por el mundo el nombre de la ciudad de Málaga. Es evidente que echarían de menos algunos productos que formaban parte de la dieta de sus países de origen. No escatimando esfuerzos para traerlos, al precio que sea. Entre estos artículos se encontraba la manteca.
Y claro, los malagueños, con su afinado humor, no tardaron en denominar a esta nueva burguesía adinerada como "la gente de la manteca"; o lo que es lo mismo, la gente del dinero. Y es que ese producto importado era todo un lujo en ese periodo que los malagueños no podían permitirse. ¿Os imagináis la Alameda a mitad del S. XIX? Un bulevar con iluminación artificial conformando un amplio espacio de recreo de todos los malagueños, donde los pobres y "la gente de la manteca" podían pasear, charlar, etc.
A partir de la década de los setenta del S. XIX comenzaron a llegar a Tolox, al recién inaugurado balneario de Fuente Amargosa (en 1867 inició su andadura de la mano del farmacéutico José García Rey), los primeros agüistas en lo que podríamos anticipar supuso el inicio del turismo en la comarca de la Sierra de las Nieves. En esa época desplazarse era, además de una tarea difícil, un asunto muy caro. No es de extrañar que los tolitos entendieran, igual que hicieron los humildes malagueños que paseaban por la Alameda de Málaga, que esos forasteros que llegaban a Tolox eran gente de "mucha manteca".
Este es el origen de esta curiosa expresión, que seguro muchos hemos escuchado, pero que no la recoge, al menos con esta acepción, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Un vocablo muy malagueño que los tolitos también hemos asimilado hasta hacerlo prácticamente nuestro.
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