En los albores de la primavera de 2000 tuve una asignatura, en el tercer año de mi licenciatura de Historia, llamada Métodos y Técnicas de Investigación Histórica II, donde tenía un peso curricular bastante amplio la historia oral. La profesora nos exigió, además del examen final, realizar un trabajo de clase que consistía en entrevistar a una persona que tuviese algo singular que contar. En ese momento recordé que un tolito había estado en la boda de los abuelos del actual Rey de España, Felipe VI.
Pedro Moya había nacido en 1903 y para el 2000 ya tenía 97 años y el privilegio de ser la persona viva más longeva de Tolox. Cuando entré en la salita de su casa, situada al principio de la subida a la calle Río Verde, me esperaba con esa amabilidad que siempre lo ha caracterizado y algo de ansiedad, parecía un niño pequeño abriendo su regalo. Tenía incluso algunas cosas preparadas o muy cercanas, documentos que celosamente había atesorado durante su vida y en esos momentos, cuando quizás sentía que su llama se estaba apagando, tenía aún más deseos de revelar.
Pedro Moya había nacido en 1903 y para el 2000 ya tenía 97 años y el privilegio de ser la persona viva más longeva de Tolox. Cuando entré en la salita de su casa, situada al principio de la subida a la calle Río Verde, me esperaba con esa amabilidad que siempre lo ha caracterizado y algo de ansiedad, parecía un niño pequeño abriendo su regalo. Tenía incluso algunas cosas preparadas o muy cercanas, documentos que celosamente había atesorado durante su vida y en esos momentos, cuando quizás sentía que su llama se estaba apagando, tenía aún más deseos de revelar.
Fue entonces cuando iniciamos la conversación sobre como trabajando de mayordomo con una importante familia vasca de tradición monárquica pudo hacer ese viaje por carretera que lo llevó a Roma, donde un 12 de octubre de 1935, en plena Segunda República española, tuvo lugar la boda de la que esperaba tener noticias, el enlace entre Juan de Borbón y Battenberg con María de las Mercedes de Borbón y Orleans. A colación con este acontecimiento Pedro me enseñó su permiso de conducir, expedido en la ciudad vizcaína de Bilbao el 23 de diciembre de 1932.
Sin embargo durante la entrevista Pedro solía hacer grandes saltos en el tiempo, atrapando alguna que otra anécdota interesante vivida. Él gozaba de una mente bastante lúcida, aunque una gripe pasada durante ese invierno le habían dejado las cuerdas vocales muy fastidiadas y a veces se hacía difícil entenderlo. En uno de esos periplos por su propio pasado me recordó el día que conoció a José Mingolla Gallardo, alias Pasos Largos, un famoso bandolero nacido en El burgo, considerado el último que actuó en la Serranía de Ronda.
Me contaba Pedro que siendo muy jovencito se hallaba en la sierra pastoreando ganado cuando de buenas a primeras, se notaba que lo conocían, se le acercó una persona, y cuál fue su sorpresa que se trataba de Pasos Largos. Pedro en principio se asustó, mas en esos momentos el bandolero le espetó: "tranquilo, los pasos que conducen a este lugar están vigilados; no hay nada que temer al menos durante unas horas".
Poco después de esta breve mención pidió a su hija que le acercara una pequeña caja metálica y de ella extrajo un viejo y amarillento artículo de periódico de 1934 donde se podía leer que Pasos Largos había sido acribillado.
Pedro Moya nos dejó unos meses más tarde, en un caluroso día de julio de ese mismo año 2000. Se fue una persona apacible, un tolito que había guardado muchos recuerdos en ese ajetreado, intenso y completo siglo veinte que vivió; un tolito que fue capaz de codearse con el último gran bandolero de la Sierra de las Nieves y de estar en el banquete nupcial de un rey que nunca llegó a reinar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario