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Cuentos antiguos al calor de la copa

En la segunda mitad de la década de los treinta del pasado siglo, durante las largas y frías noches de invierno, una de las maneras de pasar las primeras horas, antes de acostarse, era sentarse alrededor de la mesa estufa, al regazo de la copa, mientras se recitaba algún relato. Nuestro vecino Manuel Puerto Sánchez era un niño en esos años y aquí nos escribe uno de esos cuentos que aún recuerda y que solía contarles Carmelita "la gorriona". 
En un pueblo más o menos como Tolox, una fría noche de invierno iba un niño pidiendo limosnas. El chiquillo ya no era tan niño, tenía unos doce o trece años. El niño llega a la casa del cura, la criada le dice al párroco “Padre, hay un niño pidiendo y el pobrecito viene descalzo y empapado de la lluvia que está cayendo ¿qué le doy de limosna?” “Mira Frasquita, dile que entre y se seque en la candela, le pones de cenar y esta noche que duerma en el pajar y de paso nos reiremos un ratito de él y mañana de día que se vaya”.
Pasa el niño al saloncito del cura, el cual estaba sentado en un sillón cerca del fuego y junto a la lumbre estaba durmiendo el gato. El chico cuando se vio allí pensó que aquello era la gloria por lo cómodo y lo bien que estaba. Mientras se calienta le pregunta el cura “¿niño, tu cómo te llamas?” a lo que el niño contestó “Yo no me llamo, a mi me llaman”. El cura seguía preguntando, “mira niño y ese camino que tu vienes recorriendo ¿a dónde va?” “el camino no va a ningún sitio, van los caminantes”. 
El cura ya estaba un poco escamao y dice al niño, “¿en tu pueblo a los hijos de pu… a qué los meten?” “¡a frailes!”. El cura ya no sabía que preguntarle y dice al muchacho, “niño ¿y que soy yo?” “usted un padre cura” “un padre cura no, yo soy un padre miqui. ¿Y esto donde yo estoy sentado cómo se llama?” “Pues un sillón” “Nada de sillón, esto es el potestate. ¿Y lo que tengo en los pies?” “Pues los zapatos” “Son los chirlos mirlos” “¿Y estos otros como se llaman?” “Calcetines” “Estos no son calcetines, son los garrabitates. ¿Y a eso que arde en la chimenea cómo le llaman en tu pueblo?” “Eso el fuego” “No, eso es la clemencia. ¿Este animalito que duerme junto a él ¿qué nombre tiene?” “Pues el gato” “No, no, no, nada de gato, eso es el ave de cazar la rata”. 
Llega la hora de dormir y el cura lleva al niño al pajar, éste le pregunta al chico “¿Esto qué es?” “Pues es un pajar” “No, esto es el palote”. El padre cura hacía poco que hizo la matanza y en la vigas del techo tenía colgadas varias ristras de chorizos y salchichones. Por última vez le pregunta el cura “¿Cómo se llama eso que cuelga del techo?” “Eso son chorizos y salchichones” “Nada de eso, esto son albariquiquis y albaricoques”. El cura se va a dormir y el niño se enrosca en la paja. Al día siguiente el chiquillo se levanta muy temprano, casi de noche y en un saco metió los chorizos y los salchichones. Cogió el gato, le amarró un trapo a la cola, le pegó fuego y lo echó al pajar. Se echó el saco al hombro y se fue a la puerta de la habitación del cura para decirle de esta manera:
“¡Levántate padre miqui. Te sientas en el potestate, te pones los chirlos mirlos, también los garabitates, que el ave de cazar la rata está lleno de clemencia, si te levantas con paciencia se te quemará palote. Adiós padre miqui, que me llevo los albariquiquis y los albaricoques!”

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