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Tuyos son mis sueños

No es infrecuente que paseando por Tolox alguien me pare para hablarme de algunos de mis libros. Siempre son palabras de ánimo y de reconocimiento y no deja de admirarme el cariño de tanta gente anónima o conocida.
Me gustaría retribuir ese afecto de alguna forma y se me ha ocurrido que compartir aquí, en este lugar de encuentro para todas aquellos tolitos de nacimiento o corazón, un pequeño relato que escribí hace mucho tiempo y publiqué en una página web especializada en novela romántica (El Rincón de la novela Romántica), puede ser una buena manera de hacerlo.
Se trata de una historia breve, pero muy romántica y llena de sentimiento. Espero que os guste.


Sinopsis

Jack, Lord Raven, regresa a Inglaterra tras una ausencia de cinco años para volver junto a Lidia, la única mujer a la que ha amado y a la que no ha podido olvidar a pesar del tiempo transcurrido. Con horror descubre que Lidia está prometida y a punto de casarse pero él no puede imaginar su futuro sin ella y se propone volver a reconquistarla a pesar del aparente rechazo de ella.

TUYOS SON MIS SUEÑOS
LOLA REY

Viviendo aquí tan lejos,
soy tuyo.
Viviendo allí tan lejos,
eres mía.
El amor no está sólo
hecho de cuerpos.
En lo profundo de nuestros corazones
somos uno.
(Poesía amorosa sánscrita)

Jack se arrellanó cómodamente en uno de los mullidos sillones orejeros que había en la sala de Pall Mall, el exclusivo club de caballeros londinense. Acababa de llegar de Italia y había pasado por allí principalmente para informarse de lo que acontecía en la ciudad; había estado jugando un par de partidas de bridge y ahora se disponía a coger el periódico. Durante los cinco años que había estado ausente las cosas no habían cambiado demasiado, pensó mientras ojeaba las páginas de economía y política, decidió ir directamente a la sección de sociedad: a veces las informaciones más relevantes se extraían de allí. En ese momento vio el anuncio y por un terrible instante su mente se quedó en blanco, como si en ella se hubiese hecho un enorme vacío.
Los caballeros que estaban a su lado lo oyeron contener el aliento y observaron sorprendidos como se esfumaba la legendaria imperturbabilidad de Lord Raven.
Éste volvió a leer el comunicado sintiendo como su corazón latía enloquecido dentro del pecho: el 23 de abril.....tenía exactamente un mes. Impaciente y con más miedo del que había sentido nunca en su vida pidió su sombrero y su abrigo y se dispuso a hacer de una vez por todas lo que había venido a hacer.

Lidia bajó del caballo dando un ágil salto; siempre había sido una gran amazona y además adoraba sentir la brisa acariciando su rostro y despeinando su larga melena castaña; ahora sabía que estaba desaliñada pero se sentía feliz, purificada tras la larga cabalgada.
Nada más entrar en la acogedora casa de campo en que vivía la abordó la señora Lincoln, su ama de llaves.
- Niña, tienes una visita –la familiaridad de la señora Lincoln no era extraña teniendo en cuenta que ella la había criado y que allí, en esa bonita y apartada casa vivían juntas sin más compañía que la cocinera, una criada y el jardinero.
- ¿De quién se trata?
Antes de que la señora Lincoln pudiese responder una conocida y profunda voz masculina respondió a su espalda:
- Hola Lidia, ¿te acuerdas de mí?
La joven cerró brevemente los ojos y el ama de llaves al observar la repentina palidez de su rostro miró con furia a Jack Raven; este ni siquiera percibió la iracunda mirada de la mujer, concentrados todos sus sentidos en Lidia, en la espalda tensa y la espesa melena castaña que parecía a punto de escaparse de su recogido. Lentamente Lidia se volvió y enfrentó sus fríos ojos grises a los ardientes pozos negros del hombre que, con semblante impasible, la estudiaba.
- Me gustaría decir que no, pero desgraciadamente no tengo tanta suerte.
- ¡Vaya, vaya! ¡Cuánta animosidad! – él sonrió sin pizca de humor – me sorprende, teniendo en cuenta....las circunstancias.
Sintiendo como la familiar ira se iba apoderando de ella apretó los puños; cuando se dio cuenta de lo que hacía trató de controlarse a fin de no proporcionar ni una sola victoria más a Jack; respiró profundamente, unió sus manos y lo miró tratando de que sus ojos sólo transmitieran indiferencia, pero la imagen de él llenó sus pupilas, seguía igual de atractivo que siempre aunque ahora unas finísimas arruguitas enmarcaban sus ojos negros.
- ¿A qué has venido?
Él la estudió sin atreverse a expresar sus pensamientos en voz alta, ¡qué hermosa era! ¡y con cuánta intensidad la amaba él! En lugar de responderle preguntó:
- ¿No me ofreces nada?
Distraídamente Lidia pidió a la señora Lincoln que sirviera el té; ésta pareció reacia a marcharse pero un brusco gesto de la joven la decidió; luego tomó asiento e invitó a Jack a que la imitase, felicitándose interiormente por ser capaz de observar las normas de cortesía más elementales cuando dentro de ella tenía lugar un cataclismo. Prácticamente todos sus sueños habían estado poblados de imágenes de Jack, había derramado tantas lágrimas por su ausencia que creyó que acabaría secándose como una flor bajo un inclemente sol, había enfermado y maldecido un destino que la hacía amar a quien la había abandonado y cuando por fin había una esperanza para ella, cuando había aceptado que él no merecía ni uno solo de sus pensamientos, aparecía de nuevo, de la nada, mirándola con esos ojos negros que siempre lograban aturdirla, pues bien, no le daría la satisfacción de verla titubear.
- Y ahora ¿vas a decirme que te trae por aquí después de.......cinco años? – interiormente se maldijo por su torpeza, en su voz era perfectamente evidente el rencor que sentía.
Jack había dejado de lado la máscara de burlona cortesía con la que se había presentado allí y ahora la miraba intensamente, con semblante inescrutable, deseando más que ninguna otra cosa salvar la distancia que los separaba y apoderarse de su boca, volver a sentir el calor de su aliento y el sabor de los labios que no había podido olvidar, el contenerse le estaba exigiendo un enorme esfuerzo y sus músculos permanecían tensos. Se obligó a si mismo a relajarse y entonces, levantándose de la ridícula sillita en la que se hallaba exclamó sin dejar de mirarla a los ojos:
- He venido a reclamar lo que me pertenece......
- ¿Lo que te pertenece? – Lidia no daba crédito a sus oídos, presa del estupor se levantó también - ¿y qué se supone que te pertenece? ¡¡Dí, maldita sea!! ¿qué hay aquí que puedas considerar tuyo?
- ¡¡¡Tú!!!Y lo sabes muy bien......
- Tu desfachatez no tiene límites, ¿cómo te atreves después de cinco años a reclamar nada? ¡Cinco años sin saber de ti!¡¡¡Ni una palabra!!!
En ese momento Jack se pasó la mano por los ojos y Lidia se sorprendió a si misma contemplando absorta el movimiento de esa mano de dedos largos y nervudos que con tanta dulzura y pasión la habían acariciado en el pasado; sintiendo un nudo en el estómago se obligó a desechar esos recuerdos.
- Tenía una buena razón, puedo asegurártelo....
- ¿Ah, si? – con exagerado sarcasmo ella continuó: - ¿Y qué razón era esa?
Incómodo él apartó la mirada:
- No puedo decírtelo.
Lidia sintió como la desilusión, amarga como la hiel, subía por su garganta y sólo entonces se dio cuenta de que realmente había esperado una explicación, una razón que justificara esos largos años de pesadumbre y soledad, añorándolo y llorando por él. Con cansancio se dio la vuelta y exclamó:
- Por favor, vete. Dentro de un mes me casaré con Lord Sherbridge.
- ¡¡¡No!!!¡¡¡No lo harás!!!¡¡¡¡No te lo permitiré!!!!
Sus rodillas flaquearon al oírle y por un loco instante deseó que realmente lo impidiera, que se la llevase de allí y curase con sus besos las heridas que su ausencia habían abierto en su alma. Pero recordando su indiferencia en esos largos años se obligó a decir:
- ¿No lo comprendes? ¡¡¡Lo amo!!! Como nunca te amé a ti – la mentira salió con la naturalidad de quien la ha repetido muchas veces.
Esas palabras tuvieron la virtud de enmudecer a Jack, que apretó los puños con fuerza y palideció ostensiblemente. La miró fijamente durante unos segundos luego dio media vuelta y salió de la estancia.
Cuando Lidia sintió la puerta cerrarse cayó lentamente al suelo y dio rienda suelta a las emociones que la repentina visita de Jack había despertado en ella en forma de incontroladas lágrimas.
Jack montaba furioso de vuelta a la posada en la que había reservado habitación, cercana a la residencia de Lidia. En su cabeza las ideas se entremezclaban y las últimas palabras de Lidia volvían una y otra vez para martirizarlo. Ella amaba a Lord Sherbridge, y según sus propias palabras más de lo que lo había amado a él. Su mente se perdió en ensoñaciones antiguas, cinco años atrás, en la forma en que ella se enroscaba a su cuello, suplicaba por sus besos....se habían pertenecido como se pertenecen las almas gemelas: total y profundamente, pero ahora Lidia decía que amaba a otro y la imagen de su adorado cuerpo entregado a otros brazos estuvo a punto de volverlo loco.
Una horrible blasfemia escapó de sus labios y su grito ronco lanzado al viento espantó a su caballo que se lanzó frenético a un ciego galope por el sendero del bosque. Jack agradeció la velocidad y el fuerte viento que golpeaba su cara proporcionando una excusa que explicara las abundantes lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Algo más tarde, tumbado boca arriba sobre el duro colchón hecho de paja de su habitación recordaba los sucesos que lo hicieron abandonar Chelmsford cinco años atrás. Por fin las pesquisas que tanto tiempo antes había iniciado habían dado sus frutos y el nombre del asesino de sus padres había estado en su poder aunque con horror comprobó que se trataba de una persona de gran prominencia e influencia; este hecho no le hizo desistir en su propósito de venganza aunque desde el principio supo que no podría recurrir a la justicia, no lograría nada, el asesino que había matado a sangre fría a sus padres para evitar que propagaran un oscuro secreto que su progenitor conocía del que había sido amigo de su juventud era demasiado importante y conocido, debería hacer las cosas de otra forma. No le había contado sus planes a nadie, ni a su hermana, ni a su cuñado ni a Lidia, en parte para protegerse y en mayor medida para protegerlos a ellos. Pero todo se había complicado.
El asesino sabía que lo estaban buscando y él jamás pudo descubrir cómo se enteró; el caso es que le llevó tres largos años dar con él y a pesar de que jamás había matado a nadie después de conocer las atrocidades que ese hombre cometía contra niños y mujeres indefensas no tuvo ningún escrúpulo en apretar el gatillo. Tal y como había supuesto esta muerte fue un escándalo, toda la sociedad se horrorizó y se desplegó un gran dispositivo para encontrar a la persona que lo había matado. Jack tardó un par de años más en estar seguro de haber borrado su rastro y en encontrar el momento de reaparecer sin despertar sospechas. Durante ese tiempo de horrores e incertidumbres el recuerdo de Lidia lo había sostenido como el faro avistado en una negra noche mantiene la esperanza de los marineros, pero ahora todo lo que alguna vez había deseado se escapaba de sus manos y él no creía poder enfrentarse a toda una vida sin Lidia.
Lidia paseaba con Albert, su prometido, ambos montaban a caballo e iban al paso por el sendero del bosque que rodeaba la casa. Desde que Jack apareciera tan sorpresivamente dos días atrás Lidia apenas había podido conciliar el sueño y una extraña sensación de desánimo y pérdida se había instalado en ella; en ese mismo momento hacía de tripas corazón para disimular la ansiedad y el decaimiento que la invadían, así que sonreía ante los comentarios de Albert a pesar de que apenas lo escuchaba.
En ese momento el sonido retumbante de unos cascos que se acercaban los hizo sobresaltarse.
- ¿¡Qué es eso!? – Albert fruncía el ceño viendo acercarse un precioso caballo cob galés de color negro.
Lidia también miró con una sensación de fatalidad recorriendo su espalda. Efectivamente se trataba de Jack, quien al llegar a su altura tiró de las riendas y detuvo al jadeante animal.
- -Buenos días – se quitó el sombrero tricornio que llevaba para saludar dejando sus rebeldes rizos negros al descubierto y a pesar de que el saludo iba dirigido a ambos sus ojos no se apartaban de la esbelta figura de Lidia.
- Buenos días señor......
- Raven, Jack Raven.
- Encantado señor Raven, yo soy Sherbridge y esta es mi prometida, la señorita.....
- Conozco a la señorita Aubrey.
Albert lanzó una mirada interrogante a su prometida y esta se apresuró a añadir nerviosamente:
- Lord Raven es un antiguo vecino aunque hace mucho que se trasladó a otro lugar.
Lidia sentía latir su corazón con tanto apremio que estaba segura de que podría oírse si se hiciese el silencio. La situación se le antojaba extraordinaria: su prometido y el hombre que lo había sido todo para ella juntos, y viéndolos así ella no tenía ninguna duda de a quien pertenecía su corazón y a quien pertenecería siempre, pero la desconfianza y el miedo casi tanto como su sentido del honor la hicieron apartar esos pensamientos e ignorando deliberadamente a Jack se volvió a su prometido:
- ¿Continuamos Albert? Se está haciendo tarde......- éste asintió, algo extrañado por el comportamiento descortés de Lidia y despidiéndose del recién llegado exclamó mientras se alejaba: - ¡La semana que viene se celebra una fiesta con motivo de nuestro futuro enlace en Sherbridge Hall! ¡ Será un placer contar con su presencia!
A pesar de que ya se alejaban Jack pudo percibir el estremecimiento que las palabras de Lord Sherbridge habían provocado en Lidia; los observó marcharse con los ojos entrecerrados y un dolor punzante en el corazón. No podía ni quería creer que amase a ese hombre más de lo que lo había amado a él y aunque su sentido común le decía que se retirase y tratase de olvidarla, su corazón y su alma gritaban enloquecidos: “¡¡¡Mía!!! ¡¡¡Mía!!!” Y entonces supo que no podía dejarla sin más, iba a luchar por ella con uñas y dientes y sólo se daría por vencido cuando la viera salir de la iglesia del brazo de otro.
Lidia observaba nerviosa la entrada al enorme salón de baile de Sherbridge Hall esperando la aparición de Jack; los días trascurridos desde la última vez que lo viera los había pasado instalada en una perpetua ansiedad por el encuentro que preveía inevitable. Hacía ya casi una hora que había dado comienzo la fiesta y él aún no había hecho acto de presencia; tal vez se había marchado “de nuevo”, pensó ella, y este pensamiento la llenó de amarga desilusión. Debía olvidarlo de una vez por todas, a fin de cuentas era un hombre capaz de abandonar sin una palabra de despedida a quien decía amar y por si esto fuera poco en menos de quince días ella iba a contraer matrimonio.
En ese momento se volvió hacia Albert que susurraba algo en su oído y por eso no pudo ver la llegada de Jack, el cual dio un rápido vistazo hasta localizarla, apretando la mandíbula al observar el gesto íntimo que compartía con su prometido. El fuerte sentimiento de posesión que sentía desde la primera vez que puso sus ojos sobre ella lo impulsó a acercarse y tuvo que reprimir las inmensas ganas de apartar a Lord Sherbridge de un manotazo, en vez de eso exclamó:
- Lord Sherbridge, señorita Aubrey....
Ella se volvió sobresaltada por el timbre ronco de su voz que había conseguido erizar los finos vellos de su nuca.
- ¡Ah, bienvenido Lord Raven! Veo que todavía se encuentra por aquí....
- Sí, aún me quedan asuntos importantes que resolver – al decir esto miró directamente a Lidia.
- Albert, me encuentro algo acalorada, ¿me acompañas al balcón?
- ¡Oh querida! Iría con mucho gusto pero prometí a Lord Hollway que escucharía su propuesta para colaborar con el museo.
- No se preocupe Lord Sherbridge, yo acompañaré a la señorita Aubrey a tomar el fresco.....
- ¡Muchas gracias Lord Raven! ¡Es usted muy amable! – con evidente satisfacción y suponiendo que el asunto se había resuelto a gusto de todos Lord Sherbridge dio un breve beso en la sien de Lidia y se alejó.
Jack no pudo evitar sentir una punzada de compasión por la candidez del hombre, había sido como dejar a una cervatilla al cuidado del lobo. Lidia lo sabía, por eso sus bellos ojos verdes despedían fuego al mirarlo.
- ¡¡Ni sueñes que iré contigo a ninguna parte!! – murmuró entre dientes tratando de desasirse del brazo de Jack que la sujetaba del codo.
- Cariño, no pienso soltarte así que decide entre venirte conmigo por las buenas o montar un escándalo tan memorable que no puedan olvidarlo jamás.
Durante unos segundos se retaron con la mirada, ella furiosa, él decidido, ambos temerosos, él de que ella a pesar de la amenaza no aceptara, ella por querer aceptar a pesar de todo. Al final del silencioso duelo ella apretó los dientes y lo siguió, sin percibir el suspiro de alivio que escapaba de los labios de Jack.
Una vez en el balcón ella exclamó iracunda:
- ¡¡Voy a casarme con Lord Sherbridge y nada de lo que hagas o lo que digas va a cambiar eso!! – Lidia agradeció la furia que la ayudaba a no centrarse en la virilidad del hombre que tenía frente a ella. Su altura, la anchura de sus hombros, la estrechez de su cintura, el pelo y los ojos negros como la noche, la mandíbula definida y el hoyuelo de su barbilla, ese que ella tantas veces había acariciado con su lengua.....
Horrorizada notó como la excitación que siempre había sentido junto a Jack volvía a apoderarse de ella y tratando de evitar que él pudiese leer el deseo en sus ojos dio media vuelta quedando de espaldas a él.
Jack se acercó a Lidia y la abrazó por la cintura sin hacer caso a sus esfuerzos por desasirse.
- Lidia, me perteneces y yo te pertenezco ¿no lo sientes? Sé que notas mi corazón, latiendo por ti, suspirando por ti, añorándote...
“¡Dios! ¡Lo sentía!” El latido del corazón de Jack contra su espalda, fuerte y rápido, pero sobre todo familiar....sintiendo como sus rodillas flaqueaban cerró los ojos y luchó contra la tentación de ceder, de darse la vuelta y apoyar de nuevo los labios en el hoyuelo de su barbilla. Invocó la imagen de Albert, su amabilidad, su caballerosidad....y consiguió sacar la fuerza de voluntad suficiente para separarse de él.
- ¿Cómo pudiste Jack? –notaba su voz temblorosa pero ya no le importaba - ¿cómo pudiste dejarme sin una sola palabra, sin una explicación?
- Lidia, ya te lo he dicho....tenía una buena razón....
- ¿Tienes idea de lo que he pasado durante todos estos años? ¡¡He deseado la muerte!! – al escucharla él cerró los ojos profundamente consternado, ella prosiguió: - ¡¡antes que experimentar la angustia de no saber nada de ti, antes de afrontar una vida donde tú no estuvieras he rogado morir!! ¡Y justo ahora cuando pensaba que era posible seguir adelante, cuando vislumbraba una nueva oportunidad, apareces tú! ¡De la nada! ¡A reclamar lo que te pertenece! – Lidia hizo una pausa y sólo entonces notó que estaba llorando- pues lo siento mucho Jack, aquí ya no queda nada para ti.
Jack había pensado al conocer la verdad de la muerte de sus padres que jamás podría experimentar tanto dolor: estaba equivocado. Sentía ganas de maldecir, de aullar, de ponerse de rodillas y gritar y suplicar como si de un niño pequeño se tratase. Se sentía mareado, culpable y confuso, lo único en lo que podía concentrar su pensamiento era en el hecho de que ella ya no lo quería.
Jack no podía soportarlo.
- Lidia, yo...nunca he dejado de amarte y jamás ha habido otra mujer después de ti.
Ella levantó la mirada sorprendida. Por supuesto la repentina marcha de Lord Raven había suscitado muchos comentarios, el más habitual y aceptado era que había ido al continente donde no se privaba de los placeres que la vida puede ofrecer a un joven de sus posibilidades. Lidia había derramado muchas lágrimas de rabia e impotencia imaginándolo en otros brazos. Él continuó hablando:
- Por favor sólo te pido una cosa, a pesar de que no tengo derecho a pedirte nada.
- ¡Oh, Jack! –las lágrimas rodaban sin control por sus mejillas y su corazón se hacía pedazos sabiendo que esa era la despedida final.
- Lidia, dame un beso, como....como si aún me amaras.
Lidia se supo perdida, en cuanto sus labios tocaran los de Jack él sabría y entonces ella estaría completamente indefensa, aún así no pudo ni quiso negarse, volver a besarlo era lo que más deseaba en el mundo. Lentamente se acercó a él y rodeó su cuello con los brazos sin dejar de mirarlo a los ojos y de repente ocurrió. La magia que siempre surgía cuando estaban juntos obró su efecto, el mundo dejó de existir y con la caricia de sus labios y lengua dejaron a sus corazones hablar, dando rienda suelta a los sentimientos que durante cinco años habían estado reprimidos.
Unos días más tarde.......
Las campanas de la pequeña iglesia rural comenzaron a tañer llenando el aire con su voz profunda y grave y provocando en el hombre que esperaba frente al altar un repentino escalofrío: había llegado el día y a pesar de la confianza que tenía en ella temía que en el último momento se hubiese echado atrás.
En ese instante las notas solemnes y hermosas del pequeño clavicordio de la iglesia se alzaron sobre el murmullo de los pocos asistentes y él volvió la cabeza para ver entrar a la novia. Su corazón inició un furioso galope dentro de su pecho....¡estaba preciosa!
Lidia avanzaba lenta pero segura por el estrecho pasillo que comunicaba la puerta con el altar mirando fijamente los ojos de su prometido y con una ligera sonrisa bailando en sus labios. Él tuvo que reprimir el impulso de dar gracias a Dios en voz alta y cuando ella estuvo a su lado y tomó la mano que le ofrecía sintió su corazón henchirse de amor.
- Lidia...
- Jack.
Tal como Lidia había presentido en el momento en que accedió a la petición de Jack sus verdaderos sentimientos quedaron al descubierto, ya no pudo seguir escudándose tras la mentira de que no lo amaba, aún así había seguido diciendo obstinadamente que seguiría adelante con sus planes de boda. Al recordarlo Jack volvió a sentir un terrible escalofrío recorriendo su columna:
- “Esto no cambia nada Jack, me casaré con Albert. No pienso hacerle a él el mismo daño que tú me has causado a mi...
- ¿Crees que voy a permitirte que te cases con otro sabiendo que me sigues amando? No Lidia, no hay fuerza en este mundo capaz de separarte de mí.
- ¿Y cómo piensas impedirlo Jack?
- Si es necesario te raptaré....
- Jamás te lo perdonaría”.
Entonces Jack venciendo su reserva natural y su miedo a sentirse juzgado por la única persona de la cual ansiaba la aprobación le contó el motivo de su desaparición, le habló del doloroso estupor que había sentido al conocer el verdadero motivo que se escondía tras el supuesto accidente de sus padres, de los largos años buscando a su asesino, de las cosas horrendas que había visto y que habían dañado tanto su alma, de las largas noches en las que había buscado el consuelo de su recuerdo para ser capaz de seguir adelante, de su inmensa alegría al sentir que ya era libre para volver a ella y el lacerante dolor de creerla perdida para siempre.
Ella había escuchado en silencio mientras calladas lágrimas de compasión rodaban por sus mejillas. Tras vaciar su alma Jack tuvo un momento de pánico provocado por la inmovilidad femenina pero enseguida y sollozando su nombre Lidia se lanzó a sus brazos y sólo entonces él se atrevió a soñar que ella se quedaría a su lado.
Las palabras del cura lo sacaron de su ensoñación:
- Yo los declaro marido y mujer.
Un impulso primitivo lo instaba a gritar de alegría, “¡eres mía!” gruñó fieramente su corazón, y ahora nada ni nadie volvería a separarlos jamás. Tuvo un fugaz pensamiento de conmiseración hacia Lord Sherbridge, que con tanta elegancia había aceptado los verdaderos sentimientos de Lidia, pero enseguida éste se borró de su mente ocupada en su totalidad por la inmensa felicidad que lo embargaba. Lidia se volvió hacia él y Jack levantó su velo. La sonrisa radiante de la mujer le llenó el alma de calidez y amor.
- Sólo un beso....-susurró mirándola a los ojos. Y agachando su cabeza unió sus labios a los de la mujer que lo era todo para él.

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